Todos en un momento de nuestra vida hemos valorado recibir un consejo que nos ha servido para tomar decisiones importantes. Igualmente el darlo a quien te lo pide es muy gratificante. No podemos aconsejar en todos los ámbitos dado que un buen consejero, es quien brinda apoyo con sus conocimientos en algún aspecto en el que tiene experiencia en particular.
El tema de esta colaboración está centrado desde el punto de
vista de un consejero que brinda sus servicios en una institución, empresa u
organismo.
En los tiempos actuales se requiere de un consejero que deje
de ser una figura pasiva y que se convierta en una activa, que guíe y monitoree
con responsabilidad. Este deberá de centrar sus consejos en recomendaciones y
hacer propuestas que:
- · Logren el objetivo propuesto
- · Se realicen de manera concreta, alcanzable y viable, en tiempo y forma.
- · Que estén de acuerdo con el código de ética de la empresa o institución en la que se labore.
En las empresas pequeñas y medianas se encuentra una resistencia
considerable a formar un consejo por una multitud de razones independientes de
cada situación. Señora y señor empresario, hay que tener la humildad suficiente
para aceptar consejos de una persona externa a la empresa y, sobre todo, en las
empresas familiares.
Es fácil decirlo, sin embargo para apoyar esta propuesta les
quiero responder la pregunta que es probable que les surja en este momento. ¿Cuál
es el valor fundamental de tener un consejo en tu empresa?
“Este les ayuda a perdurar
en el tiempo, para no fracasar a los pocos años”
Culturalmente en México, solo el 1% de las empresas cuentan
con un consejero independiente. Este, al ser externo al entorno, tiene como
ventaja el poder apartarse de una manera efectiva, imparcial y libre de
conflictos de interés y realizar un análisis más completo. Y, sobre todo, tiene la visión externa de la
empresa sin estar viciado con el entorno.
“Ellos si se pueden
pararse enfrente del negocio y, desde ahí, tienen un punto de vista diferentes que
el socio, dueño o director.”
Generalmente el dueño, socio o director de la empresa caemos
en lo que es coloquialmente llamado “ceguera de taller.” Esta es la conducta
que nos afecta y define a quienes estamos inmersos en la operación y no nos
percatamos de las circunstancias o debilidades que, en otra situación serian
obvias. Inclusive en muchas ocasiones tenemos la arrogancia de justificarlo y
mencionar que esto hace parte del estilo del empresario en jefe.
Esto nos causa que nos perdamos de oportunidades valiosas de
mejorar porque no aceptamos sugerencias de un externo o de un tercero. Sin embargo me gustaría aclarar, mi querido
lector, que esto no significa que el director o jefe tenga un mal enfoque o que
se estén efectuando las cosas mal, simplemente que con el tiempo nos vamos
acostumbrando a hacer las cosas de cierta manera segura según vamos caminando.
En esta situación, el consejero externo tiene una mirada fresca y libre de
vicios de la compañía que ayudará a detectar las áreas de oportunidad más
efectivamente.
Señora y señor empresario, les recomiendo yo que no se quede
usted en el intento, busque un Consejero Independiente que le pueda ayudar a
identificar sus áreas de oportunidad y les permita avanzar y mejorar en sus
actividades y procesos diarios.