lunes, 28 de septiembre de 2020

La diferencia entre trabajar mucho y trabajar bien.

Hace algunos años, quizá 2 o’ 3 décadas se entendía que el éxito en los negocios era proporcionalmente al número de horas trabajadas día a día y mejor si se podía trabajar sábados y domingos y no solo las 8 horas reglamentarias, si eran más horas, se justificaba y se creía que el empresario sin importar si era micro, pequeño o mediano, estaba trabajando duro.

Trabajar duro se entiende o se entendía por estar más en la operación que ahora en la estrategia trabajar duro es o era que el dueño abriera las puertas del negocio y estar pendiente a la hora del cierre por la noche. Trabajar duro en la actualidad significa estar comprometido y sobre todo si se inicia con un emprendimiento, que sin duda es una etapa en la que un joven que inicia no le importa las horas dedicadas al trabajo, ya que, el objetivo de emprender es tanto vender el producto o servicio, como monetizar a pesar de sacrificar todo.

Conforme pasa el tiempo, de 3 a 10 años el enfoque está más apegado al crecimiento de las ventas y en el control de las operaciones. Es en este punto mi querida (o) Empresaria (o) en tiempo y forma de la empresa en que el dueño en conjunto con su equipo comercial que deben decidir si siguen en una operación sin reglas claras, confundiendo los ingresos con la caja chica y con un alto riesgo de uno o tres clientes y sobre todo con una dependencia absoluta del dueño.

El escenario es que esta empresa estará por años en etapa de changarro y posiblemente será una crónica de una muerte anunciada, en términos empresariales.

En este punto queda bien establecida la pregunta: ¿estás trabajando duro o estás haciendo generación de riqueza? La respuesta para que la visión del fundador del negocio se cristalice en formar un patrimonio familiar, conservar el rendimiento y paralelamente delegando la operación es: profesionalizar la empresa.

Me refiero a la delegación de la operación como la capacidad de solucionar los problemas del día a día a través de ir formando un equipo gerencial con dos propósitos:

  1. Disminuir la dependencia del jefe o dueño.
  2. Liberar el tiempo del dueño para pensar en desarrollar más negocios.

Finalmente después de profesionalizar la empresa sigue la institucionalización de la misma cuyos objetivos son:

  • Formar un equipo en que pueda confiar por su talente ejecutivo.
  • Lograr que la operación se estandarice, disminuyendo la complejidad.
  • Mantener y aumentar la riqueza aun con la entrada de nuevos socios y/o familiares.
  • Incrementar el valor económico de la empresa.

“Nadie está obligado al cambio, la sobrevivencia no es obligatoria”



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